(Comienzo por contar que la persona que me obsequio este pedazo de sentimiento, en este caso envuelto en hojas y letras, fue una persona muy querida. Quizás por eso llego este título a ser mi primera recomendación. Porque al pensar que mostrar al mundo, me decidí por algo puro que se compendia en estas páginas. ¿ y cual , sino es este , el punto de leer?)

Descartando la crítica afamada y su título nobiliario en la lista del New York Times Best-Seller este libro, El Océano al Final del Camino, incremento mis respetos literarios por su autor, Neil Gaiman. Este señor ya había pasado por mi librero con una de las mejores novelas de fantasía “juvenil” darks que me ha tocado leer, Coraline.

Véase que uso dos comillas entre la palabra juvenil. Y es que si te gusta la ilusión de la juventud y la adultez a la vez, Neil se destaca. Quizás pueda resultarle una novela muy corta a muchos, muy etérea a otros, o demasiado aburrida a muchos más, pero prometo que esas cortas 178 paginas dejaran una sensación casi mágica de lo que puede ser la lejanía de la adultez y de decadencia de la una vez llamada juventud. Punto.

Debido a unas circunstancias desafortunadas, el narrador, del Océano al Final del Camino, se ve en la necesidad de volver al pueblo que le vio crecer. Allí, comienza a recordar una serie de eventos que se desenvolvieron en su niñez y así reconstruye los eventos de una amistad que, mágicamente, había olvidado.

La historia va de un niño de siete años y sus aventuras de verano en su pueblo natal. Gaiman mantiene una prosa adulta y consistente mientras dibuja los recuerdos nostálgicos de un niño en la cabeza de un narrador ya adulto.

No se pone más complicado que esto. ¡Es imposible con tan solo unas cortas hojas en las que nadar! Yo invito a que leas esto cuando sientas dejadez, cuando andes en busca de ‘que es tú ahora’, cuando predomine la soledad, se interponga el anhelo, y acabes en ansiedad. O simplemente cuando decidas que quieres dejar que Neil cambie tu idea de que es un océano.